Lo primero que me sorprendió de Ronson fue el tono pseudoautobiográfico que tiene. Y digo lo de sorprendente y pseudo porque evidentemente un autor de su juventud no podía tener recuerdos de una persona de, ¿sesenta?, años. El propio César me aclaró en el Còmic Nostrum 2024 que se trataba de vivencias de su padre, al que se dedicó a grabar de forma clandestina mientras le contaba anécdotas de cuando era pequeño en su pueblo de origen.
Sabiendo esto, se entiende mejor que muchas veces el hilo conductor del cómic son las anécdotas referidas a la misma persona, o grupo de amigos, porque es como un río de consciencia, no hay una trama vertebradora que le dé un significado a todo, excepto por el hecho de tratarse de una radiografía de la infancia rural del padre del autor.
En la parte gráfica, Ronson cuenta con un dibujo detalladísimo, casi arquitectónico, trasladándonos a esos pueblos de nuestra niñez donde no había baño en la casa de los abuelos y había que hacer las necesidades en un descampado.
Nostálgico, certero y pulcro, el debut en largo de Sebastián promete mucho en la carrera historietística del creador valenciano.
¡Y casi se me olvida mencionar la épica labor de edición de Ata/Autsaider Cómics!
Jaume Albertí