Hay quién se pasa el día (incluso más bien diría que la vida entera) rodeado de fantasmas. Pero no de esos fantasmas que aparecen en las películas y novelas de miedo aterrorizando al personal; si no esos fantasmas, en lenguaje coloquial, que alardean en todo momento de sus pertenencias, logros y milagros, como si a la gran mayoría de los mortales nos interesaran lo más mínimo. Pues no contentos con aguantar a semejante fauna, hay personas que también se encuentran extrañamente fascinadas de intentar tener contacto con esos otros fantasmas, los que moran en las casas encantadas, solo por el mero hecho de saber que hay más allá de la muerte, o simplemente por querer tontear con la artes oscuras.
Pues este es el caso de Ambrose Everett, un adinerado hombre de negocios fascinado con el ocultismo y todo lo relacionado con lo paranormal, que con su fortuna construye en la década de los 70 del siglo pasado una mansión en la costa de California, con la intención de saber más sobre los espectros y como "crearlos", ni más ni menos. Cuatro décadas más tarde, con Ambrose ya fallecido, la joven Jane, que trabaja en una inmobiliaria, queda con la singular y sombría Vesper, quién trabaja para una aún más singular "corporación", en la entrada de la titánica mansión de Everett, para mostrarle las estancias de esta, ya que el dueño del misterioso organismo (y jefe de Vesper) está interesadísimo en adquirirla para desentrañar los secretos que se hayan en su interior. Tras un intento fallido por parte de Vesper de desentrañar al máximo el principal enigma de la mansión, las dos mujeres se quedan encerradas a cal y canto dentro de la fortaleza. Pero eso sí: en todo momento se sienten acechadas por fuerzas fantasmagóricas, y encima dejando esta situación a Jane totalmente desolada por un problema de fuerza mayor que debe atender con la mayor urgencia posible fuera de las paredes del caserón...
Pues eso es poco más o menos el planteamiento de Spectregraph, lo más reciente publicado en nuestro país del superguionista James Tynion IV, creador de tremendas series como El departamento de la verdad, Hay algo matando niños o The Nice House On The Lake, que junto al ilustrador Christian Ward, a quién ya conocíamos por su arte para las series Invisible Kingdom o Aquaman: Andrómeda, nos ofrecen aquí una historia de terror fantasmal pero mucho más espiritual de lo que se puede esperar al inicio de su lectura. A medida que avanza la trama, las dos protagonistas se abren al lector, en forma de flashbacks, dándonos a entender las motivaciones por las que han elegido los caminos que han tomado en momentos clave de sus vidas, y que las han situado juntas en el interior de la mansión encantada en ese preciso momento. Pero ojo: no todo en Spectregraph es emocional; los momentos terroríficos lo son, muchísimo, y las apariciones de los fantasmas que moran en la vivienda son grotescas, repletas de casquería fina, y al más puro estilo Ward, con ese estilo de dibujo tan aberrante al que nos tiene acostumbrados. Cabe decir que no es una lectura liviana, hay que estar bien concentrado en cada dato, en cada cara y en cada movimiento que plantea Tynion IV durante el desarrollo del relato, y aún así es una lectura que cautiva desde la primera página, y es que uno de las grandes virtudes de este cómic es su planteamiento visual, rompedor, atrayente y fresco pero sin ser confuso.
Una lectura muy recomendada para los amantes del horror, de las moradas embrujadas y de las apariciones espectrales, pero con un algo más: en este caso con un desarrollo de personajes devastados por lo que les ha ocurrido con anterioridad, que les ha marcado aciagamente y que, desgraciadamente, influye en todas sus decisiones posteriores. Y siendo así, ¿que puede ser peor para alguien que ya no tiene ganas de vivir que convertirse en un fantasma por los siglos de los siglos?
Pako Navarro