¡Pau vuelve al ruedo con un nuevo álbum!
Como es característico en él, los protagonistas son animales antropomórficos en una historia en la que nadie es lo que parece, con un reparto extenso e interconectado que lleva a la trama hacia una conclusión que, sin embargo, promete, y exige, continuación.
Odio explicar algo con ejemplos de otras disciplinas artísticas, como cuando cometo el error de decir que "este juego parece una serie de televisión", pero a veces dichos símiles son apropiados. En este caso, Curtiss Hill recuerda a uno de esos largometrajes estadounidenses bigger than life, con los protagonistas viviendo a tope, una ristra de secundarios dándoles la réplica y un trasfondo que va desplegándose poco a poco ante nuestros ojos.
Aunque todo suceda en el país imaginario de Escápula, donde las ovejas explotan al morir, es fácil ver los paralelismos entre lo que sucede en las páginas ilustradas por Pau y la situación previa a la Segunda Guerra Mundial y a lo que acontecía en la Alemania gobernada por los nazis.
No es un cómic de risas, pese a que la utilización de animales pueda dar a entender que el tratamiento de los temas es fantástico y amable, y de hecho la escena de sexo canino del principio lo pone todo en la estantería de los dos rombos. Se trata de una aventura con coches de carreras, alta y baja sociedad, los tejemanejes de los ricos y los sufrimientos de los pobres.
Gráficamente Pau se ve claramente favorecido por una gama cromática de colores terrosos, todos marrones de diferente intensidad, pero tremendamente efectiva, que no empasta y que, de hecho, delimita a la perfección si los personajes están en un primer o segundo plano, resaltándolos cuando es necesario y fundiéndolos con el fondo si no lo es. La imprenta podría haber echado por tierra este trabajo descomunal pero parece haber estado a la altura de las circunstancias.
Para acabar, únicamente comentaros que podéis leer Curtiss Hill tanto en catalán como en castellano, ¡con una portada diferente en cada una de las ediciones para los más coleccionistas!
Jaume Albertí