lunes, 25 de febrero de 2019

Cómic recomendado: NIÑO PRODIGIO

La siempre interesante editorial Blackie Books acaba de publicar una muy premiada obra del simpar Michael Kupperman, Niño prodigio. Conocía al autor por sus recopilaciones de historias cortas en los volúmenes Tales designed to thrizzle de Fantagraphics (no publicados aquí, desafortunadamente), y digamos que soy muy fan. Son historias con un aire surrealista-dadaísta, con un sentido del humor absurdo pero inteligente. En cambio, este Niño prodigio es una obra de un corte muy distinto: en una línea al tiempo biográfica y autobiográfica, Kupperman (Michael) trata de reconstruir la vida de su padre (Joel). Éste es alguien tremendamente singular, y su infancia y posterior maduración prácticamente sirven como excusa para hacer un recorrido por ciertos episodios notables de la historia de los Estados Unidos, particularmente de los programas de radio y los inicios de la televisión. Y es que Joel Kupperman fue, como indica el título, un “niño prodigio”, asiduo a concursos de preguntas y respuestas, sucesivamente, en ambos medios. Un talento para las matemáticas realmente notable, y una progresivamente adquirida cultura general, le hicieron destacar como uno de los “Quiz Quids”, niños que adquirieron una gran popularidad mediática en su momento. Esa popularidad hizo que Kupperman padre, entre otras muchas cosas, conociera a artistas, cineastas, políticos y toda clase de famosos (incluyendo al notorio antisemita Henry Ford, en un probable intento de éste para mejorar su imagen al respecto, pues Kupperman es judío), recorriera el país durante la II Guerra Mundial para recaudar fondos en forma de bonos de guerra, apareciera en alguna película… Ahora bien, aquellos concursos tuvieron un, digamos, lado oscuro en forma de amaños, de los que algo de eso queda retratado trágicamente en esta obra.

El caso es que toda aquella actividad le pasó algún tipo de factura, y la experiencia de su hijo es la de haber tenido un padre distante, aislado e incomprensible. Así pues, Michael se propone indagar en su pasado para tratar de averiguar los porqués de su estado actual y, de algún modo, reorganizar los vínculos entre ambos. La ironía del asunto está en que esta tarea la lleva a cabo en el preciso momento en el que su padre comienza a estar afectado por una demencia que le provoca el olvido de buena parte del periodo que su hijo trata de recomponer. Por suerte, la fama de Joel Kupperman ha dejado una buena cantidad de documentación sobre él, y de este tipo de fuentes ajenas es de donde consigue sacar la mayor parte de la información. El problema, obviamente, es que quedan huecos, precisamente, aquellos que solo pueden ser narrados en primera persona. Si no lo habéis hecho ya, tendréis que leer el cómic para descubrir hasta dónde llega el relato de Kupperman hijo, y cuáles son las conclusiones del mismo. Algo que os recomiendo: aunque este tipo de narraciones en cómic no suelen llamarme mucho la atención, hago excepción de ésta. Michael Kupperman combina muy bien el interés de las anécdotas biográficas con el peso emocional del trasfondo de la relación padre-hijo, y narra la historia de un modo ágil, efectivo y entretenido, con un estilo de dibujo que, si bien no lo destacaría en particular, cumple perfectamente con su función de aportar claridad e información a la historia. Y ya solo queda esperar que alguien se anime a publicar por aquí otras obras del autor.

Rafael