Panini reedita nuevamente en tomo una historia de Loki que se publicó originalmente en cuatro cómics de grapa. En esta ocasión en el formato Grandes Tesoros Marvel, con un tamaño superior al de un álbum corriente y moliente.
Este fue el primer trabajo con el que el ilustrador croata Esad Ribic llamó la atención del lector y aunque antes había sustituido a Steve Rude en los números finales de la miniserie Los Hijos del Átomo (con una factura correcta pero que no llegaba a los niveles gráficos de este Loki) fue este relato asgardiano el que le abrió muchas puertas. Por eso posteriormente le pudimos ver en las últimas Secret Wars, en la serie de Thor y actualmente haciendo historias para Conan, entre otras muchas.
Sus pinturas dan una tridimensionalidad a las figuras, consiguiendo atmósferas con luces y sombras. Si en ocasiones Alex Ross peca en sus ilustraciones de que sus composiciones son demasiado teatrales y que se ve a la legua que están basadas en referencias fotográficas, a Ribic (aunque creo que también las usa) se le nota muchísimo menos y eso es algo de agradecer al leer el cómic pues no te saca de la historia.
Otro punto que el escritor trata es que no existe el libre albedrío, que se haga lo que se haga el final ya esta escrito y que por mucho que se intente cambiar eso, resulta imposible. Claramente el autor hace un guiño al lector habitual de cómics de Thor como queriéndole decir que en todas las historias que ha leído de estos personajes y las que leerá puede pasar de todo pero que tenga claro que el final de estos personajes ya fue decidido en la mitología antiguo-nórdica y que no esperen que el final de estos personajes sea otro que el que se narra en las leyendas. Quizás esta parte sea la más floja del trabajo.
En resumidas cuentas un comic más que recomendable tanto a nivel de guión como de dibujo.
MA
