A poco que eches un vistazo a páginas de cultura, no digamos ya de cómic, es más que probable que hayas oído hablar de esta obra, ópera prima de la, hasta su publicación, prácticamente desconocida Emil Ferris. Los premios le han llovido de forma casi inmediata de todas partes, incluyendo un Ignatz y tres Eisner, y los elogios de crítica, público y otros profesionales (Art Spiegelman, por ejemplo) han sido incesantes. Vale, parece haber quórum respecto de que es una obra a la que hay que atender, pero ¿merecen tanto reconocimiento un tebeo y una autora salidos, literalmente, de la nada?
Para gustos, colores, claro, pero una simple ojeada ya nos advierte de que estamos ante algo distinto: parece dibujado con bolígrafos de colores y a base de rayados y entramados obsesivos e interminables, sobre el papel cuadriculado de un simple cuaderno de espiral. El estilo pasa de un naturalismo preciosista a simples bocetos, y juega con carteles de películas de serie B ficticias, escenas fantásticas, clásicos de la Historia del Arte, y el realismo más crudo. Así pues, el dibujo es, cuando menos, llamativo y, sí por ahí te entra, pocas posibilidades quedan de decepción.
Porque luego está, claro, la historia. Que uno no sabía muy bien por dónde iba a tirar, pero resulta ser un drama bastante crudo, con el Holocausto de fondo, pero con una protagonista muy joven, que vive en un momento posterior, y que carga con su propia tragedia, amortiguada en parte por un mundo que se crea a su medida. La forma de contar su periplo es a través del ficticio cuaderno que es tanto su diario como el propio cómic, uniendo forma y fondo al servicio de la historia. Un equilibrio complejo que, comentando el asunto con otras personas que lo han leído, muestra cómo cada lector encontrará su forma de encararlo. Así como yo mismo lo leí muy rápido, pues tenía ganas de saber hacia dónde iba la trama, pero con el pensamiento de guardarlo como “libro de mesita de noche”, pues sabía que al dibujo había que prestarle más atención y que por ello tendría que revisarlo, otras personas han preferido leerlo mucho más despacio y entregando ya su atención al dibujo. Sea como fuere, insisto: me parece un cómic que hay que leer. Y ver, por supuesto, poniendo la tónica en uno u otro aspecto según tu preferencia.
Así pues, ¿vale tanto la pena, es tan necesario leerlo como todo el mundo parece haberse puesto de acuerdo para afirmar? Yo, desde luego, comprendo las alabanzas recibidas, y ya solo me queda invitaros a que, si no lo habéis hecho todavía, le déis una oportunidad.
Rafael