Brian K. Vaughan lleva escribiendo cómics profesionalmente desde hace más de veinte años. ¿Sabéis qué es lo que más me gusta de la carrera que se ha labrado en el medio a fuerza de guionizar tebeos? Que enseguida que pudo dio prioridad a crear sus propios personajes y series aliándose con dibujantes que supieron, y saben, dar dimensión a las situaciones y mundos que crea.
(Para ser enteramente honesto hay cosas en su estilo de escritura que no me vuelven precisamente loco, como sus características trampas a la hora de establecer y resolver misterios y ciertos problemas en la forma de estructurar y rematar sus tramas).
Por eso creo que es tremendamente positivo que uno pueda tener en su estantería colecciones como Y El último hombre (con dibujos de Pia Guerra), Ex-Machina (con Tony Harris), Runaways (con Adrian Alphona, aunque esta sea propiedad de Marvel), Paper Girls (con Cliff Chiang) o Saga (con Fiona Staples) y no solo por las razones expuestas sino porque todas parten de un planteamiento completamente diferente las unas de las otras y de prácticamente cualquier otro cómic que se publicara simultáneamente o anteriormente en el mercado.
Podéis encontrar todas estas obras en nuestra librería junto al título que reseñamos hoy: The Private Eye, dibujado (y mucho más) por Marcos Martín y coloreado por Muntsa Vicente.
The Private Eye fue una serie de 10 números que se publicó original y únicamente en digital, pero que fue recopilada en un tomo físico unos años después.
The Private Eye fue una serie de 10 números que se publicó original y únicamente en digital, pero que fue recopilada en un tomo físico unos años después.
(Para conocer la génesis de esta colección y su inicio puramente online buscad información en Internet sobre Panel Syndicate).
The Private Eye emplea los lugares comunes del género negro (femme fatale, detective opuesto al sistema, un misterio a resolver...) y los enfoca en un mundo futuro en el que... Internet no existe. La nube reventó y la sociedad estadounidense se vio estremecida hasta sus cimientos cuando toda la información que existía en el ciberespacio, incluyendo la que sus propietarios pensaban que habían hecho desaparecer, llovió sobre todos. Ahora, décadas después, la gente es muy celosa de su intimidad y deambula con máscaras por todas partes (excepto en sus hogares y en el trabajo).
En este marco distópico Marcos Martín despliega sus contundentes recursos historietísticos y da vida al mundo futuro que Vaughan esboza en sus guiones. El formato apaisado del álbum, elegido por Martín para que se pudiera ver en la pantalla del ordenador en el que te descargabas el cómic, destaca también porque se emplea para hacer cosas diferentes en el flujo narrativo a las propias de la orientación vertical típica de la página de un tebeo.
El color de Muntsa Vicente, con colores planos y sin estridencias a base de efectos especiales, es francamente espectacular y el tebeo deviene no solo una lectura sugerente sino un libro objeto para cualquier tebeoteca que se precie.
Jaume Albertí
En este marco distópico Marcos Martín despliega sus contundentes recursos historietísticos y da vida al mundo futuro que Vaughan esboza en sus guiones. El formato apaisado del álbum, elegido por Martín para que se pudiera ver en la pantalla del ordenador en el que te descargabas el cómic, destaca también porque se emplea para hacer cosas diferentes en el flujo narrativo a las propias de la orientación vertical típica de la página de un tebeo.
El color de Muntsa Vicente, con colores planos y sin estridencias a base de efectos especiales, es francamente espectacular y el tebeo deviene no solo una lectura sugerente sino un libro objeto para cualquier tebeoteca que se precie.
Jaume Albertí