Astro City es un canto al género de superhéroes.
Ideada por Kurt Busiek, un experto en el mismo, con portadas y diseños de personajes de Alex Ross, con el que había colaborado en la imprescindible Marvels, y dibujada por el veterano Brent Anderson, es una rara avis que intenta ver al superhéroe bajo un prisma más humano y realista, entendiendo por esto último no lo que se solía entender a finales de los 80 y durante la década de los 90, es decir violento, superficial y desesperado, sino como algo cercano a la mayoría de lectores y con lo que se pudieran identificar, más allá de capas y máscaras.
Y esas capas y máscaras juegan un papel esencial, pero de forma algo diferente: en lugar de centrar la atención en las escenas de pelea (prácticamente inexistentes en la serie) se centra en la gente que vive en Astro City, sus habitantes sin superpoderes y en cómo ven a los vigilantes enmascarados que pueblan su ciudad desde sus mismos orígenes.
La mayoría de números del cómic son historias autoconclusivas de una entrega complementadas por varias sagas largas (la del Confesor, la de Acero, la de los dos hermanso en La Edad Oscura) y que, generalmente, pueden leerse en cualquier orden, hasta llegar al meridiano de la serie con el tomo Puertas abiertas, donde el universo de ficción de Astro City da un salto de varios años para ver en qué situación se encuentran algunos de sus habitantes después de los acontecimientos en los que se vieron involucrados al inicio de la serie (del que han pasado casi dos décadas en tiempo real).
Un padre con sus hijas recién llegado a la ciudad, un periodista que se encuentra con una noticia de la que no puede aportar pruebas porque implica lo sobrenatural y lo superhumano, una oficinista que se traslada desde el barrio de Shadow Hill hasta el centro para trabajar, un anciano misterioso que toma nota de los movimientos de los súpers en su zona... ese es el punto de vista que adopta mayoritariamente Busiek a la hora de explorar qué significan los superhéroes, y aunque hay bastantes tramas que los tengan a estos como protagonistas suelen ser del siguiente orden: ¿Qué pasaría si pudieras volar pero no tuvieras ni un segundo para disfrutarlo? ¿Cómo afectarían tu vida las visitas de tus hijos nonatos desde diferentes líneas temporales diferentes? ¿Y si Wonder Woman y Superman tuvieran una cita? ¿Y si tu persona más querida desapareciera de la existencia debido a un conflicto de proporciones más allá de la humana comprensión? ¿Y si cometieras el robo perfecto y nadie se enterara?
Brent Anderson no es un fuera de serie pero transmite las sensaciones que pretende una colección como esta: cierto sabor añejo y nostálgico sumado a un estilo que toca con los pies en el suelo.
Alex Ross, junto con Anderson y Busiek, se encarga del diseño del reparto: La Primera Familia, El Confesor, El Samaritano... normalmente amalgamas de supergrupos y superhéroes conocidos por todos, pero con algún giro, a veces no demasiado pronunciado. Ross también ejecuta las portadas en uno de los mejores trabajos de su carrera: todas diferentes, casi todas geniales, reflejando el contenido del cómic que engalanan.
Busiek, por su parte, indaga en la psique de sus personajes e intenta añadir capas de significado a los tópicos y lugares del género haciéndolo brillar en algunos arcos argumentales y episodios aislados que son fantásticos. Sus protagonistas dudan, igual que lo haríamos nosotros de estar en sus pieles, y sus mundos interiores y entorno más próximo se tambalean azotados por la marea de seres superpoderosos que arremete contra ellos. Y, poco a poco, se va perfilando un universo superheroico meditado y con cimientos del que aún quedan muchas historias por contar.
Y nosotros que las leamos.
Jaume Albertí