Su trabajo.
En serio.
Aunque debería aclarar que lo que admira el guionista británico es la capacidad del creador de los Next Men para producir páginas y más páginas del género que más le gusta sin darse un solo mes de descanso. El motivo no es que a Ellis le gusten los superhéroes, porque de hecho no le interesan lo más mínimo, pero es un gran fan de lo que él denomina la novedad: cosas nuevas, recien salidas del horno, de la febril imaginación de su autor. Por eso, cree necesaria la disposición pulp de gente como Byrne que trabajan en distintos campos del ocio para poner en las manos del público la mayor cantidad posible de material con la mayor cantidad de corazón, intensidad y convicción en él.
Esto explica en parte la trayectoria tan prolífica del co-creador de Planetary. La otra parte de la explicación está en que a diferencia de otros guionistas de cómics que se han especializado en un género o a lo sumo dos, Ellis siempre ha sido más un escritor de literatura popular que de un género en concreto.
Con tantas ideas distintas bullendo en su mente, con tantas ganas de crear algo nuevo, se ha dedicado a lo largo de su ya extensa carrera a dejar un reguero de obras considerable, equiparable a los montones de cadáveres que algunos de sus protagonistas van dejando a su paso en algunas de ellas.
Lo que nos lleva a Fell, la última propuesta ellisiana llegada a estos lares.
En ella, Ellis apuesta por capítulos de 16 páginas, abandonando las tradicionales 22, pero sin prescindir de la idea fundamental de contar exactamente la misma historia en menos páginas. Con el resultado en las manos hay que señalar que no sólo alcanza su meta sino que además, teniendo en cuenta el panorama actual de narración descomprimida iniciado por el propio Ellis como experimento en su ya lejano The Authority, en las 16 páginas de Fell se acabada contando más de lo que se cuenta no ya en un tebeo de 22, sino en una saga cualquiera de 220 de otros cómics con autores menos afortunados (o quizá menos concienciados con lo que le deben ofrecer al lector).
Para apoyar este objetivo Ellis impone una parrilla de 9 viñetas por página para contribuir a una mayor concisión de la narración. Afortunadamente deshechó su idea inicial de emplear una de 16 viñetas, cosa que ya han hecho otras lumbreras como Matt Wagner en ocasiones especiales con excelentes resultados, pero que hubiera podido resultar muy cargante a la hora de leer mes sí mes también en una serie regular.
La colección, además, comienza en forma de improvisación literaria, sin un plan maestro ulterior y Ellis avisa que se va a ir inventando las cosas por el camino. Visto lo visto en los 8 números que recopila este primer tomo, ojalá todo el mundo improvisara como Ellis, es decir, bien y sin que se le note.
En cuanto al contenido, Fell nos narra la caída en desgracia del detective Richard Fell, trasladado a Snowtown como castigo por algo que sucedió en su anterior destino. En este tomo se nos otorgan fugaces vistazos, pero no se nos concede nada sólido acerca de qué sucedió en su pasado. Se nos presenta Snowtown como una ciudad sin ley; un distrito del que se tienen que hacer cargo Fell con tres detectives y medio, en el que la mayoría de casos quedan sin resolver. Los crímenes a investigar, por supuesto, son como cabía esperar del británico, de corte escabroso tirando para arriba, cosa especialmente dramática sabiendo que emplea recortes de periódico y noticias en Internet para inspirarse, es decir, situaciones por desgracia, reales como la vida misma. Tonalmente, sin embargo, rehuye de su cinismo característico e imbuye a sus protagonistas de una humanidad y carencia de chulería que los distingue de la mayoría de los personajes que hasta la fecha había creado. Y también está, claro, la esperanza, el deseo y el esfuerzo del detective Fell por hacer de Snowtown un lugar mejor que lo emparentan, esta vez sí, con otro gran protagonista de Ellis, Spider Jerusalem, el narrador de la que quizás sea la segunda mejor obra del guionista y la que quizás menos se nombra cuando escribimos sobre él: Transmetropolitan. En este sentido, la splash page final que cierra el tomo con Fell mirando Snowtown desde el tejado de un edificio remite directamente a Jerusalem escribiendo su famoso primer artículo desde el tejado del local de striptease en la primera saga de Trasmet.
El tebeo en sí cunde. Estamos hablando, después de todo, de ocho historias completas en un solo tomo. Los secundarios son impagables: la monja (o tipo disfrazado de monja), la secretaria cuyo marido la ha dejado por su perra (sic), el comisario que lee el Necronomicón, el hombre bomba suicida, etc. Y la ciudad como un personaje más, con sus propios misterios, que se unen a los del personaje principal y a los del resto para engancharte lo suficiente como para querer leer la continuación.
El eslabón débil de Fell está en el apartado gráfico. No en el del diseño, por supuesto. El tomo está muy bien editado con su tapa dura y los dibujos extraídos del interior están maquetados con mucha gracia y gusto. Pero el dibujo es harina de otro costal. Ben Templesmith nunca ha sido santo de mi devoción, y siempre he tenido la teoría de que si no supiera utilizar el photoshop o el programa de coloreado que emplee para disimular sus múltiples carencias con el lápiz, jamás habría conseguido un trabajo en la industria del cómic. En su defensa puedo decir que en Fell se entiende todo lo que dibuja, lo que habiendo visto sus anteriores trabajos es un elogio de proporciones considerables. Otra cosa es que sus muñecotes peguen con el tono sórdido y al tiempo humano de la historia, porque a veces parece más un storyboard de los Teleñecos que una historia de serie negra con posibles tintes sobrenaturales. De todos modos, uno se sumerge pronto en las calles de Snowtown (también, todo hay que decirlo, gracias a que el color de Templesmith le va como anillo al dedo a la ambientación) y estas deficiencias no impiden disfrutar de la serie.
Fell, junto a Desolation Jones, es posiblemente lo mejor que ha creado en los últimos años Ellis. Esperemos que se publique pronto el último número de Planetary en Estados Unidos para que Norma Editorial pueda acabar de publicar la serie aquí y tengamos completo lo mejor de Ellis en castellano.