martes, 5 de marzo de 2019

Cómic recomendado: SABRINA

Uno de los cómics que últimamente está dando que hablar, y esto más allá del propio mundillo, es Sabrina, de Nick Drnaso. El toque de atención lo dió el que esta obra se colase entre los finalistas del prestigioso Man Booker Award, siendo la primera vez que una “novela gráfica” lo conseguía. De aquí a que toda clase de medios generalistas se hicieran eco había un paso, y hemos visto reseñas y noticias varias en The Guardian, New Yorker, Harper’s Magazine o, aquí, en El País, Mondo Sonoro, etcétera. Gente de peso como Zadie Smith o Chris Ware la han alabado; ha sido comparado con Maus, Contrato con Dios o el cine de Todd Solondz; y hasta ha sido calificada como “la Gran Novela Americana” (en un arrebato hiperbólico de Babelia, nada menos). Hay, pues, quórum en que, como mínimo, es una obra a tener en cuenta.
Ahora bien, quizá convenga prevenir al lector sobre qué es lo que realmente se va a encontrar. Un dibujo claro, aséptico y funcional, con una disposición en viñetas bastante regular y sin estridencias, junto a una tipografía realmente diminuta, quizá haga que no termine de entrar por los ojos si nos ponemos a hojearlo. La forma en la que la historia está contada, plena de secuencias silenciosas, momentos banales y diálogos que no parecen aportar gran cosa, tampoco pareciera jugar a su favor. Hay, en general, un tono de frialdad y desapego que contrasta con los dramas personales que tienen lugar en la trama. Parece claro que Drnaso trata de rehuir la pornografía emocional, y esto no de modo casual, ya que precisamente la historia circula alrededor de varios temas correlacionados que son, de algún modo, signo de nuestro tiempo, y que remiten, por resumir, al diagnóstico de la sociedad del espectáculo debordiana, multiplicado por los efectos de internet. Os sonará: postverdad, fake news, foros de teorías conspiratorias, espectacularización del drama personal por los medios de comunicación, etc. El pan nuestro de cada día.
Se ha dicho que Drnaso rehuye las moralejas, pero, según creo, la obra no deja de ser un apólogo, por más que no haya lugar para hacer explícitas unas conclusiones. Frente al relativismo posmoderno su estrategia es sencilla y directa: coloca la verdad del lado de la vida de los protagonistas del drama, los cuales viven ciertos hechos, y estos son los que permanecen frente a las interpretaciones. El rodear el caso de ciertas ambigüedades es un modo de poner a prueba al lector, con pretensión de hacerle, pese a todo, dudar y, con ello, reforzar el argumento de fondo. Sobre esto podrían darse ciertas vueltas, pero lo dejaremos aquí y que cada cual lo piense como considere.
Termino. Es evidente, como decía al principio, que este Sabrina es un cómic al que voces autorizadas nos invitan a leer. No es, a día de hoy, excesiva novedad que algún tebeo se salte las vallas del reducto de los aficionados y salte a los medios, la crítica generalista y el gran público, pero pocas son las obras que consiguen tanta notoriedad. Algo habrá, pues, y algo, creo, hay. A los que viven más o menos encerrados en los opinódromos de las redes sociales, quizá su mensaje les despierte algo; a los que han iniciado la desconexión digital, les aporte nuevos argumentos. O, como a mí, tal vez os deje más o menos indiferentes. Para cualquiera de estas opciones, y las que queráis imaginar, ya sabéis: deberéis leerlo.

Rafa