Vamos con un festín: Norma, coincidiendo con el anuncio de la próxima adaptación cinematográfica, ha publicado, por fin, la primera entrega de La vieja guardia, de Greg Rucka -guión- y Leandro Fernández -dibujo-. Un cómic con un excelente equilibrio entre ambas facetas, y que espero que no haya pasado desapercibido entre el habitual aluvión de novedades.
Greg Rucka es un escritor al que tengo fichado desde hace bastante, y lo cierto es que no todas sus obras me parecen igualmente recomendables. Eso sí, cuando está en su mejor versión, es, opino, capaz de entregar algunas de las obras más interesantes que se han producido en los últimos años (de una de las cuales, Black Magick, ya hablé por aquí). Y es que si bien en ocasiones peca de algo de morosidad a la hora de desarrollar sus tramas, su punto fuerte suele ser el desarrollo de personajes, tanto sus protagonistas (que casi siempre son femeninas) como sus secundarios. De la debilidad mencionada -relativa- parece haberse hecho consciente en esta obra, que entiendo como una especie de divertimento de Rucka: "Vamos a hacer un tebeo de acción pura y dura, con ritmo loco y hechuras de blockbuster". Y lo cierto es que le ha salido un cómic perfecto en lo suyo, porque entretenimiento a base de tiros, explosiones y demás no le falta. Ahora bien, Rucka es Rucka, e incluso entre las ensaladas de plomo y pólvora no hay cartón piedra, y no renuncia a una excelente caracterización de sus personajes, su entorno, motivaciones, pasado...
... Pasado es algo que no les falta. Porque, sin ser técnicamente inmortales, digamos que el grupo de mercenarios que forma el núcleo protagonista de la obra tiene una expectativa de vida más que razonablemente larga, aunque impredecible. El que seas capaz de sobrevivir a tiros, explosiones y caídas desde el abismo te facilita claramente el trabajar con armas apuntándote a menudo, claro está, pero que seas pongamos que muy difícil de matar no quiere decir que no te vayas a ver en más de un brete, o incluso que tus problemas se hagan muy, pero que muy gordos... Algo que comprobaréis al leer la historia.
Redondeando la función, tenemos a un Leandro Fernández cuya progresión artística está en un punto realmente álgido. Estéticamente puede recordar algo a Eduardo Risso e incluso a Mike Mignola, aunque pienso que se le podría inscribir en toda una escuela que ha hecho de la -aparente- simplicidad, la mancha de negro y el claroscuro todo un arte: la de los Caniff-Toth-Mazzuchelli, con todos sus epígonos, reconocidos o no. Pero más allá de meterlo en uno u otro saco, hay que decir que brilla por méritos propios. Por cómo narra, por cómo resuelve la composición de la página, los planos que escoge, los recursos que emplea. Empleando, insisto, un estilo claramente minimalista, que tira de un entintado grueso, sin rayitas ni sobredefiniciones, consigue que a primera vista distingamos todos los elementos, y es capaz de guiarnos por la página de forma cómoda y ágil, justo lo que necesita una historia de este tipo. Otro plus es la caracterización de personajes, a los que dota de personalidad, marcando los rasgos pero sin caer en la caricaturización.
Todo junto, como decía, un festín. Si queréis un cómic hecho con arte y oficio, entretenido como puede ser un film hollywoodiense de gran presupuesto, pero con suficiente espesor como para triunfar en los festivales europeos, aquí tenéis una gran opción. El tomo que nos trae Norma recopila su primer arco argumental, justo cuando el segundo está actualmente publicándose en Estados Unidos, con lo que podemos esperar tenerlo aquí a no demasiado tardar. De todos modos, el tomo se lee de manera perfectamente autoconclusiva, así que no se hará tan larga la espera. ¡No os lo perdáis!
Rafael
Greg Rucka es un escritor al que tengo fichado desde hace bastante, y lo cierto es que no todas sus obras me parecen igualmente recomendables. Eso sí, cuando está en su mejor versión, es, opino, capaz de entregar algunas de las obras más interesantes que se han producido en los últimos años (de una de las cuales, Black Magick, ya hablé por aquí). Y es que si bien en ocasiones peca de algo de morosidad a la hora de desarrollar sus tramas, su punto fuerte suele ser el desarrollo de personajes, tanto sus protagonistas (que casi siempre son femeninas) como sus secundarios. De la debilidad mencionada -relativa- parece haberse hecho consciente en esta obra, que entiendo como una especie de divertimento de Rucka: "Vamos a hacer un tebeo de acción pura y dura, con ritmo loco y hechuras de blockbuster". Y lo cierto es que le ha salido un cómic perfecto en lo suyo, porque entretenimiento a base de tiros, explosiones y demás no le falta. Ahora bien, Rucka es Rucka, e incluso entre las ensaladas de plomo y pólvora no hay cartón piedra, y no renuncia a una excelente caracterización de sus personajes, su entorno, motivaciones, pasado...
... Pasado es algo que no les falta. Porque, sin ser técnicamente inmortales, digamos que el grupo de mercenarios que forma el núcleo protagonista de la obra tiene una expectativa de vida más que razonablemente larga, aunque impredecible. El que seas capaz de sobrevivir a tiros, explosiones y caídas desde el abismo te facilita claramente el trabajar con armas apuntándote a menudo, claro está, pero que seas pongamos que muy difícil de matar no quiere decir que no te vayas a ver en más de un brete, o incluso que tus problemas se hagan muy, pero que muy gordos... Algo que comprobaréis al leer la historia.
Redondeando la función, tenemos a un Leandro Fernández cuya progresión artística está en un punto realmente álgido. Estéticamente puede recordar algo a Eduardo Risso e incluso a Mike Mignola, aunque pienso que se le podría inscribir en toda una escuela que ha hecho de la -aparente- simplicidad, la mancha de negro y el claroscuro todo un arte: la de los Caniff-Toth-Mazzuchelli, con todos sus epígonos, reconocidos o no. Pero más allá de meterlo en uno u otro saco, hay que decir que brilla por méritos propios. Por cómo narra, por cómo resuelve la composición de la página, los planos que escoge, los recursos que emplea. Empleando, insisto, un estilo claramente minimalista, que tira de un entintado grueso, sin rayitas ni sobredefiniciones, consigue que a primera vista distingamos todos los elementos, y es capaz de guiarnos por la página de forma cómoda y ágil, justo lo que necesita una historia de este tipo. Otro plus es la caracterización de personajes, a los que dota de personalidad, marcando los rasgos pero sin caer en la caricaturización.
Todo junto, como decía, un festín. Si queréis un cómic hecho con arte y oficio, entretenido como puede ser un film hollywoodiense de gran presupuesto, pero con suficiente espesor como para triunfar en los festivales europeos, aquí tenéis una gran opción. El tomo que nos trae Norma recopila su primer arco argumental, justo cuando el segundo está actualmente publicándose en Estados Unidos, con lo que podemos esperar tenerlo aquí a no demasiado tardar. De todos modos, el tomo se lee de manera perfectamente autoconclusiva, así que no se hará tan larga la espera. ¡No os lo perdáis!
Rafael