Los ignorantes parte de una premisa harto curiosa: el autor, Étienne Davodeau, propone a un amigo viticultor, Richard Leroy, que compartan lo que cada uno de ellos sabe de su respectivo campo profesional y artístico con el otro durante un año, con el fin de publicar un cómic, evidentemente autobiográfico, con los resultados.
Esos resultados, a mi parecer, son brillantes, conformando un tebeo realmente delicioso. Davodeau acude a trabajar cada día a la viña de Leroy, va a ferias, lleva a cabo catas y visita a otros viticultores. Leroy acompaña a Davodeau a salones de cómic, conoce de primera mano a los historietistas cuya obra lee por las noches y se pasea por editoriales e imprentas.
Con estos deambulares cotidianos, Davodeau transmite maravillosamente la experiencia vivida y el lector suda al plantar, al recoger la uva, al arrancar matojos y se ve arrastrado por el entusiasmo de Leroy hacia los cómics y sus autores y también por su incomprensión hacia el trabajo de algunos, con la gracia de que en este caso puede conocerlos en persona y hablar con ellos sobre lo que a su juicio funciona y lo que no en sus obras.
Los ignorantes es una historia llena de momentos especiales, de anécdotas, y que además, a medida que va avanzando a través de sus capítulos, envía el siguiente mensaje a quien los va devorando con celeridad gracias a la labor como historietista del autor: la viticultura y el cómic no se diferencian tanto, son una labor de amor, con personas detrás de ambos, aunque también exista la parte industrial del asunto; hay obras y vinos encumbrados que a ti no te gustan y el caso contrario, vinos y tebeos que a ti te gustan pero que no cuentan con el favor del público; al final, ¿qué importa? La experiencia que te llena, sea en forma de vino o historieta.
Los ignorantes es una historia llena de momentos especiales, de anécdotas, y que además, a medida que va avanzando a través de sus capítulos, envía el siguiente mensaje a quien los va devorando con celeridad gracias a la labor como historietista del autor: la viticultura y el cómic no se diferencian tanto, son una labor de amor, con personas detrás de ambos, aunque también exista la parte industrial del asunto; hay obras y vinos encumbrados que a ti no te gustan y el caso contrario, vinos y tebeos que a ti te gustan pero que no cuentan con el favor del público; al final, ¿qué importa? La experiencia que te llena, sea en forma de vino o historieta.
Jaume Albertí