Pyonyang es uno de esos cómics autobiográficos que cuando acabé de leer se fue muy arriba en mi consideración del género en concreto y del cómic a secas y en general.
La premisa no puede ser más interesante: el autor es un director de animación francocanadiense que va a Corea del Norte a coordinar la producción de una serie de dibujos animados. ¿Quién no quiere saber cómo funcionan esos estudios de animadores que trabajan a destajo y además operan dentro de los estrictos límites de una dictadura? ¿Cómo se desenvuelven los extranjeros en dicho país?
Pyonyang responde a todas esas preguntas y más, siempre dentro de la óptica y la particular visión de Guy Delisle, que tomaba notas al final de cada día de su estancia en la capital de Corea del Norte y pasado un tiempo las transformó en esta espectacular novela gráfica.
El choque cultural, la debilitada psique de los ciudadanos de un régimen autoritario, las "costumbres" incomprensibles a ojos externos, las diferencias en lo que supone algo divertido para los autóctonos y los de fuera... Pyonyang da miedo, no por la diferencia, sino como esta pueda ser impuesta sin que los originarios del país sean conscientes de la misma porque desde su propia concepción no han conocido ni conocerán ninguna otra alternativa y, también da miedo, y mucho, por los apuntes y las preguntas que se plantean pero no se solucionan, como cuando Delisle se percata de que lleva semanas en el país y no ha visto ninguna persona discapacitada.
El choque cultural, la debilitada psique de los ciudadanos de un régimen autoritario, las "costumbres" incomprensibles a ojos externos, las diferencias en lo que supone algo divertido para los autóctonos y los de fuera... Pyonyang da miedo, no por la diferencia, sino como esta pueda ser impuesta sin que los originarios del país sean conscientes de la misma porque desde su propia concepción no han conocido ni conocerán ninguna otra alternativa y, también da miedo, y mucho, por los apuntes y las preguntas que se plantean pero no se solucionan, como cuando Delisle se percata de que lleva semanas en el país y no ha visto ninguna persona discapacitada.
Un vistazo estremecedor y al mismo tiempo divertidísimo que puede completarse con otras obras del autor como Shenzen que van del mismo palo.
No os dejará indiferente.
Jaume Albertí