No esperéis en Yo, asesino un thriller convencional. De hecho, me atrevería a decir que ni tan siquiera es un thriller. Ni el guionista, Antonio Altarriba, ni el protagonista, el asesino del título y la portada, están interesados en conocer las repercusiones de sus asesinatos y si bien hay una trama en la que existe el misterio de quién mató a alguien para incriminar al protagonista, es harto claro de quién se trata y cuando se descubre se hace sin chascarrillos ni alharacas, porque eso no es lo importante en este cómic.
Entonces, ¿qué es lo importante? Las tesis sobre la maldad del hombre que Altarriba ponen en boca de su asesino y que podrían resumirse en que todos somos asesinos, solo que no todos ponemos en acción ese resorte aniquilador.
Yo, asesino navega por distintos escenarios (retratados a la perfección por Keko) y recuerdos del personaje, que está a punto de perder su calma habitual, lo que puede resultar en su descubrimiento por parte de la policía ya que lo primero que el asesino aprende es a distanciarse de sus víctimas (nunca asesines a alguien cercano y menos por venganza).
Siguiendo de cerca esta espina dorsal de la historia hay otros afluentes en los que se radiografía el mundo del arte, de las universidades vascas una vez desaparecida ETA (pero no las repercusiones de décadas de terrorismo en el País Vasco), las relaciones personales del protagonista, que nos ayudan a comprenderlo y a ofrecer falsas pistas sobre ese otro asesino que quiere exponerlo.
Y para acabar una nueva mención al dibujante, que se atreve con todo y cuyo blanco y negro (con algún toque de rojo sangre) contribuye poderosamente al aire malsano del álbum.
Jaume Albertí