La editorial Sapristi ha publicado recientemente La noche que llegué al castillo, de la artista Emily Carroll, y no puedo dejar pasar la ocasión para recomendaros que, cuando menos, le echéis un vistazo.
Carroll adopta aquí el rol de autora completa, siendo suyo tanto el apartado literario como el artístico. Y es este último el que, obviamente, llama la atención a primera vista. Ya sabéis que para gustos, colores, pero a mí me ha impresionado bastante el estilo, tanto a nivel puramente estético como narrativo. La historia se mueve en los terrenos del fantástico más onírico y sensual, y el modo de plasmarlo no puede resultar más adecuado. El trazo, el color, la ambientación, todo resulta sugerente e impactante a la vez.
Una viajera llega, una noche de tormenta, a un castillo que parece únicamente habitado por una extraña dueña. Entre ambas parece haber algún asunto pendiente que solo va a quedar planteado por vagas alusiones y dobles sentidos. Se inicia entre ambas una especie de duelo de voluntades plagado de ambivalencias, iniciándose un viaje simultáneo a través de las estancias del castillo y el interior de las protagonistas -y esto no es una metáfora-, hasta llegar a la impactante resolución...
Jugando con los recursos de los cuentos de terror (al estilo de la gran Angela Carter) o los libros de ilustraciones, y tomando prestado del cine de corte fantástico (nos ha recordado a algunas de las cintas de la Hammer, el primer Jesús Franco, o películas como En compañía de lobos), Carroll ha compuesto una obra, opino, sugestiva, hipnótica, con varias lecturas y muchos hilos de los que tirar.
Es un título, conviene advertirlo, bastante especial, ni mucho menos pensado para llegar a cualquier tipo de lector, pero de los que son capaces, precisamente por su rareza, de marcar las diferencias. Solo queda invitaros, como decía, a que le echéis un vistazo. Si os tira el terror atmosférico, onírico y sensual al estilo de los referentes que sugería más arriba, o si, como a mí, os prenda a primera vista el estilo de la autora, convendría que le dierais una oportunidad.
Rafael
Carroll adopta aquí el rol de autora completa, siendo suyo tanto el apartado literario como el artístico. Y es este último el que, obviamente, llama la atención a primera vista. Ya sabéis que para gustos, colores, pero a mí me ha impresionado bastante el estilo, tanto a nivel puramente estético como narrativo. La historia se mueve en los terrenos del fantástico más onírico y sensual, y el modo de plasmarlo no puede resultar más adecuado. El trazo, el color, la ambientación, todo resulta sugerente e impactante a la vez.
Una viajera llega, una noche de tormenta, a un castillo que parece únicamente habitado por una extraña dueña. Entre ambas parece haber algún asunto pendiente que solo va a quedar planteado por vagas alusiones y dobles sentidos. Se inicia entre ambas una especie de duelo de voluntades plagado de ambivalencias, iniciándose un viaje simultáneo a través de las estancias del castillo y el interior de las protagonistas -y esto no es una metáfora-, hasta llegar a la impactante resolución...
Jugando con los recursos de los cuentos de terror (al estilo de la gran Angela Carter) o los libros de ilustraciones, y tomando prestado del cine de corte fantástico (nos ha recordado a algunas de las cintas de la Hammer, el primer Jesús Franco, o películas como En compañía de lobos), Carroll ha compuesto una obra, opino, sugestiva, hipnótica, con varias lecturas y muchos hilos de los que tirar.
Es un título, conviene advertirlo, bastante especial, ni mucho menos pensado para llegar a cualquier tipo de lector, pero de los que son capaces, precisamente por su rareza, de marcar las diferencias. Solo queda invitaros, como decía, a que le echéis un vistazo. Si os tira el terror atmosférico, onírico y sensual al estilo de los referentes que sugería más arriba, o si, como a mí, os prenda a primera vista el estilo de la autora, convendría que le dierais una oportunidad.
Rafael