Mado y Pierre, juntos a sus hijos Louis, Linda-Julie, Nicole y Pépète, forman los Faldérault, una familia belga que hacen que, desde principios de los años 60 del siglo pasado, sus vacaciones estivales sean dignas de ser contadas bajo el título de Los buenos veranos. De la mano del guionista belga Zidrou y del dibujante catalán Jordi Lafebre (instigadores de otras obras en conjunto como Lydie, La mondaine y La anciana que nunca jugó al tenis y otros relatos que sientan bien) nos llega esta deliciosa serie, de la que ya llevan 5 entregas publicadas, donde de manera agridulce nos muestran cuan simples a la par que complejas son las relaciones humanas, sobre todo cuando el nexo de unión es el familiar. Una historia que va cambiando de época en cada uno de sus tomos, donde con un bello y necesario intimismo nos colamos en las vacaciones veraniegas de esta singular familia, como si nosotros formáramos parte de ella.
La delicadeza de Zidrou para contar de manera escueta las desventuras en busca del sol de los Faldérault año tras año, con sus momentos amables y divertidos, junto a los más amargos y tristes, nos hace sentirnos como en casa, como si la epopeya familiar que cuenta fuese la de nuestro linaje, sin hacer hincapié en los bueno o en lo malo, solo siendo un simple narrador de lo ocurrido.
Y el precioso dibujo de Lafebre, a medio camino entre el estilo europeo más limpio y clásico y la caricatura más irreverente, le va como anillo al dedo a esta delicada e irreprochable historieta.
El primer volumen, centrado en el verano de 1973, mezcla sin rubor alguno cosas tan variopintas como cucuruchos de patatas fritas con mayonesa, el fantasma del divorcio, el cáncer, una ardilla invisible de dos metros de alto, el deseo de cambiar de vida a los 40 años, el triunfar como dibujante de cómics, las moscas gordas que pican, la muerte de alguien muy cercano y el amor incondicional de unos padres a sus hijos y viceversa.
Para terminar esta pequeña reseña sobre una gran obra honesta y bella como es Los buenos veranos, me gustaría recuperar algunas de las frases más preciosas a la vez que "destroza-almas" que aparecen en el fantástico primer volumen:
"- Oye, papá, ¿por qué se muere la gente?
-¿Que por qué se muere? No lo sé, Louis... A lo mejor para recordarnos que estamos vivos..."
Si algo así no os remueve por dentro, es que llanamente estáis muertos en vida...
Pako