Epiphania es un
cómic que impacta por su portada, más reminiscente de una estampa
religiosa que de un tebeo al uso. Nubarrones de tormenta, un tsunami,
el reparto de la obra situado de forma teatral y presidiendo la
escena los dos protagonistas principales, como si fueran La Virgen y
el Niño. Impacta y da buena cuenta de lo que encontraremos en el
interior: una línea de dibujo que recuerda a Daniel Clowes y una
técnica de color similar a la que emplea Joan Cornellà; y ciencia
ficción apocalíptica por un tubo, con personajes grotescos que no
desentonarían en la historieta Agujero Negro de Charles Burns.
Aunque visualmente
Epiphania es notable, lo es más por su manera sutil y sosegada de
documentar los acontecimientos que se suceden a lo largo de sus
páginas. Aquí no hay dobles páginas espectaculares ni ningún tipo
de alharaca dramática. Tampoco se nos hace espectadores de
explosiones estéticas desentonantes que interrumpan el flujo de la
narración. Los hechos se presentan en una implacable rejilla de seis
viñetas por página, fusionando viñetas (a veces dos, a veces
cuatro) para recalcar la importancia de algún momento en concreto.
Esta narrativa eficaz (y convencional) le va como anillo al dedo a
una trama que se desarrolla de forma harto natural: los personajes,
prisioneros de lo que sucede, van encontrándose con situaciones
bizarras y con los conflictos derivados de la aparición de una nueva
especie en la tierra, intentando asimilar la inédita situación y
capeando como pueden el temporal.
Sin estridencia
alguna se tratan también los temas que subyacen en la obra, como por
ejemplo, el miedo a tener descendencia, la soledad, la rabia de la
adolescencia, el miedo a la diferencia, los que odian, los que son
odiados, los que aprender a odiar porque son odiados…
Podéis suponer que
Epiphania me ha encantado, y así es, pero voy a ponerle una pega a
este cómic de Ludovic Debeurme: es el primer tomo de tres y te
quedas con ganas de más.
De acuerdo... ¡eso
no es ninguna pega!
Jaume Albertí