He ido
familiarizándome con la obra del escritor de terror Howard Phillips
Lovecraft desde que en un lejano 1989 compré con unos amigos el
manual básico del juego de rol La Llamada de Cthulhu, basado en los
escritos del nativo de Providence y en los de aquellos que le
inspiraron y de los que le sucedieron (sin olvidar su círculo de
íntimos, como por ejemplo Robert Ervin Howard, que trabajaron
contemporáneamente a él).
A los partidas del
juego de rol, siguieron la lectura y relectura de sus relatos y
novelas cortas, la infinidad de juegos de tablero y cartas, hasta
culminar a finales del 2018 con la coordinación y publicación por
el que abajo firma de De Arkham a Gotham: Ecos de otras dimensiones,
una antología de relatos de corte lovecraftiano en la que
participaron más de veinte autores.
Pese a ello, no me
considero un experto en Lovecraft, ni mucho menos. Pero he leído lo
suficiente como para dar fe, de que el cómic que nos ocupa, está
bastante bien investigado y ofrece una visión contrastada del
período de la vida del escritor que saca a la palestra. Y lo mejor
de todo es que lo hace sin recurrir a los temibles bloques de texto
que han sido durante tanto tiempo el lastre de las biografías en
cómic y de la transformación de novelas a la cuatricomía. De
hecho, la narración no tiene sobresaltos, es informativa, se
desarrolla mediante el diálogo y un dibujo diáfano y sin
complicaciones, comunica y entra realmente bien, tanto por lo ojos
como por su secuenciación.
HPL vivió a caballo
de los siglos XIX y XX, y fue la pieza clave en la (r)evolución del
género de terror en la literatura, ofreciendo una modalidad propia
que transcendía las típicas, hasta entonces, historias de
fantasmas: el horror cósmico, poblado de entidades más allá de la
comprensión humana, para las que la humanidad no era más que una
mota de polvo, si es que llegaba a eso, y en la que toda nuestra
historia y nuestros triunfos y tragedias no significaban
absolutamente nada, pero nada de nada, en el inabarcable, hostil e
indiferente cosmos.
Además de eso,
Lovecraft era un caballero, un snob, clasista, racista, con un
entorno familiar disfuncional, cuidado por sus tías, negándose a
ensuciarse las manos con cualquier cosa parecida al trabajo, viviendo
al límite con sus escasos o nulos ingresos económicos y muriendo en
la más absoluta ignominia sin que apenas nadie le conociera a él y
a su obra.
Howard P. Lovecraft
El escritor de las tinieblas acerca a su protagonista al público y
al final le conocemos mejor, tanto a la persona como al personaje,
con sus luces y sus sombras, concluyendo con la muerte del autor en
una secuencia bastante espeluznante, por su realismo y sencillez.
Si os pica la
curiosidad después de la lectura de este cómic, tenéis disponible
toda la obra de Lovecraft en castellano, junto con adaptaciones al
tebeo de muchos de sus relatos, amén de una cantidad casi
inabarcable de videojuegos y juegos de mesa inspirados en sus
cuentos.
Puede que Howard
Phillips Lovecraft muriera ignorado, pero desde hace décadas no cesa
la aparición de trabajos en los que sus esfuerzos literarios son
reivindicados. Que todos sean tan buenos como este.
Jaume Albertí