Con 23 años y
motivado por los sucesos del 11S, Tom King entró en la CIA y acabó
como agente antiterrorista en Baghdad. Sus experiencias en Irak
acabaron por informar su serie El Sheriff de Babilonia (dibujada por
Mitch Gerads y recopilada en cartoné en España por ECC en 2018),
pero el tema bélico, sangrante y sin concesiones, aparece también
de forma significativa en dos cómics más con guión suyo: Mr.
Milagro (ilustrado de nuevo por Mitch Gerads y publicado en 12
números de grapa por ECC entre 2018 y 2019) y, el que nos ocupa,
Omega Men (recopilado en cartoné por ECC en 2019).
Los Omega Men fueron
creados por Marv Wolfman y Joe Staton a principios de la década de
los 80 del pasado siglo, apareciendo por primera vez en las páginas
de la serie regular de Linterna Verde. Este grupo de rebeldes del
sistema Vega luchaba contra las fuerzas opresoras de la Ciudadela,
que tenía bajo su yugo a todos los planetas del sistema.
Los Omega tuvieron
su propia colección mensual en la que la oposición a los invasores
se llevaba a cabo de forma drástica y despiadada. La colección era
cruda, muy cruda, en la representación de la violencia, algo casi
inédito en un tebeo de “superhéroes” de la época. Y digo
“superhéroes” porque aunque los Omega representaban el Bien con
mayúsculas y su causa era legítima (y la Ciudadela representaba el
MAL), ninguno de ellos podía alardear de no haberse manchado las
manos de sangre. Los componentes principales del grupo eran dispares,
cada uno nacido en un planeta distinto de Vega, y con unos esquemas
mentales y físicos variopintos. Solo su odio a la Ciudadela y su
confianza en el resto de los Omega los mantenía unidos.
El trabajo de King
(ilustrado mayoritariamente por el efectivo Barnaby Bagenda) recoge
el testigo del cómic de los 80 y lo hace aún más realista y, por
tanto, oscuro (no hay nada más oscura que la guerra real). Los Omega
siguen ensuciándose en cuerpo y alma para liberar a Vega de la
Ciudadela, e incluso secuestran al actual Linterna Verde para
utilizarlo como “bomba” en un ambicioso plan, que se va
desvelando episodio a episodio, para acabar por siempre con la
tiranía que les ha transformado en los sangrientos rebeldes que son
hoy en día.
El realismo en los
cómics de superhéroes, en mi opinión y en la mayoría de los
casos, no les sienta nada bien, pero ese es un tema que da para mucho
y creo que ahora debemos centrarnos en el caso que nos ocupa. Como ya
he dicho, los Omega no son superhéroes (aunque habiten el universo
superheroico de DC) y el tratamiento que se le da a la guerra en este
libro es histórica y contemporáneamente real, y eso es un punto a
su favor y de hecho es para mí el principal aliciente del cómic. En
ningún momento aplaudes lo que los Omega hacen para conseguir su
propósito último (y si lo haces, amigo, es que tienes problemas):
actos terroristas, dejar morir a miles para salvar a billones… Es
necesario, es estomacante. King no rehuye las consecuencias de todo
conflicto bélico en el que están implicados civiles. Los lásers
matan, mutilan, dejan marcas en los difuntos y en aquellos que les
sobreviven. Cambian la ortografía de ciudades, de planetas enteros.
Transforman, envilecen el imaginario colectivo de naciones. No hay
solución de cuento de hadas (o de tebeo de superhéroes): es
imposible derrotar a la Ciudadela sin ponerse a su nivel o peor. La
evolución del personaje de Kyle Rayner (el Linterna Verde
secuestrado) es plenamente indicativa de ello.
Si estoy dando a
entender que es un cómic nihilista es porque así es y no puede ser
de otro modo. También es una lectura compulsiva, repleta de
misterios, con una narrativa a menudo sincopada y que frecuentemente
nos deja con la certidumbre de que hay algo que se nos escapa, pero
eso es una de las características del trabajo del guionista y con un
poco de paciencia por parte vuestra podréis ver que todo queda
aclarado al final.
Y el final es tan
demoledor como el resto de la serie. Se hace un repaso sobre donde
están los protagonistas actualmente y, pese a no saber con seguridad
si la información que se nos da es verdadera o falsa, o algo
intermedio, las probabilidades de que los Omega se hayan convertido
en aquello contra lo que han luchado tan encarnizadamente son tan
altas que te dejan sin respiro y con la seguridad de que no hay
ninguna guerra que se gane. Todas las guerras se pierden.
Jaume Albertí