Raule es uno de nuestros guionistas más prolíficos y, espero, exitosos. Su producción se centra fundamentalmente en el mercado francés y, después, es importada aquí.
Leí los primeros tomos de Jazz Maynard, con impresionantes dibujo y narración de Roger Ibáñez, y La conjetura de Poincaré, con dibujos de Martín Sauri, todos muy recomendables (lástima que haya unos cuantos volúmenes de Jazz Maynard agotados; quizá Diábolo Ediciones los reedite de cara a la publicación del último álbum de la serie).
Siendo así que me molaron tanto, tenía en el punto de mira otros cómics del guionista pero las múltiples ofertas de lectura del mercado han hecho que tardara años en volver a enfrentarme con la lectura de un tebeo suyo: El arte de morir, ilustrado por Philippe Berthet.
Como Jazz Maynard, El arte de morir se desarrolla en la Barcelona natal de Raule y la ambientación en esta ciudad es impecable. Se trata de un cómic de serie negra sólido y que llama la atención por tener una iluminación predominantemente luminosa, alejada de los claroscuros contrastados característicos de este género. Es un noir que transcurre de día y la verdad es que no queda nada mal.
Como Jazz Maynard, El arte de morir se desarrolla en la Barcelona natal de Raule y la ambientación en esta ciudad es impecable. Se trata de un cómic de serie negra sólido y que llama la atención por tener una iluminación predominantemente luminosa, alejada de los claroscuros contrastados característicos de este género. Es un noir que transcurre de día y la verdad es que no queda nada mal.
El título deriva de un hecho histórico bastante particular: Carles Casagemas, gran amigo de Pablo Picasso, intentó matar a la mujer que amaba y que no le correspondía. Fracasó en el intento pero pensando que lo había conseguido se disparó allí mismo aunque tardara día y medio en morir.
A partir de esta situación Raule encadena la investigación sobre el asesinato de la hija biológica del protagonista con una trama de estafa artística que le hace transitar el mundillo del arte y sus derredores.
El bien construido guión está acompañado por el fantástico dibujo de Berthet que transmite la particularidad de los lugares de Barcelona en los que deambula el reparto y transmite con diáfana claridad todos los acontecimientos.
Muy entretenido.
Jaume Albertí